«La pandemia se ha convertido en muchas naciones en ocasiones en acelerar las tendencias autoritarias de gobierno y suspender los procesos democráticos en la toma de decisiones». El padre Arturo Sosa Abascal, superior general de la Compañía de Jesús y presidente de la Unión de Superiores Generales (Usg) está convencido de ello.

«La distribución de vacunas será la prueba de fuego del deseo de justicia y responsabilidad social que realmente atienda a los más débiles de la sociedad. Será una prueba de la auténtica voluntad democrática de los estados nacionales y estructuras internacionales como la Unión Europea». El prepósito general de la Compañía de Jesús, Arturo Sosa, S.J., se ha referido sobre el futuro de las sociedades globales en el mundo post coronavirus.

«La forma en que se fabrica y distribuye la vacuna será una clara señal del mundo post-covid», apunta en una entrevista con Sir, en la que se pregunta: «¿Dominará la lógica del mercado y sus ventajas o se abrirá el espacio a la lógica de la justicia social? ¿Servirá para llenar un poco las brechas sociales o para ampliarlas? ¿Será utilizada como una oportunidad para hacer la «mejor política» que propone el Papa Francisco en Hermanos todos, la que realmente busca el Bien Común?».

La democracia, víctima de la pandemia

Y es que, para el P. Sosa, «la democracia puede ser víctima de la pandemia si no somos capaces de aprovechar la oportunidad para profundizar la conciencia ciudadana, la búsqueda colectiva y efectiva del Bien Común», colocando a «los más débiles en primer lugar en todas las decisiones que deban tomarse».

Una democracia que, apuntó, «se ha visto gravemente amenazada en los últimos años por el debilitamiento de la conciencia cívica en las sociedades en las que existía y por los escasos esfuerzos por promoverla en otras». «La proliferación de populismos de diferentes formas y fundamentalismos cubiertos por ideologías o distorsiones “religiosas” fueron la causa de este debilitamiento», admite.

El jesuita, presidente de la Unión de Superiores Generales (organismo que aglutina a todas las congregaciones religiosas masculinas del mundo), no sabe decir cuántos frailes y monjas han muerto a causa del coronavirus. «Muchos, demasiados… como en toda la sociedad civil. Los más frágiles para su edad, salud o condiciones de vida. No puedo dar un número exacto, porque no hemos recibido información concreta, pero sobre todo porque la pandemia y sus consecuencias no han terminado».

Una fenómeno, el de la pandemia, que ha afectado, también, al modo de entender la vida consagrada. «Nos sorprendió su propagación y su agresividad. Ha habido un impacto tan fuerte en la vida que nos ha obligado por un lado a superar la sorpresa, los miedos y los inconvenientes para nosotros, para nuestras familias, para las personas a las que tratamos de servir… Por otro lado, se ha derrumbado cualquier planificación del trabajo apostólico y la vida normal de las comunidades».

Descubrir a los ‘vecinos’ de la vida religiosa

También, añade, fue «una oportunidad para redescubrir a los vecinos y a los que viven detrás de la puerta de al lado». Así, «las comunidades compartieron más tiempo juntas, rezaron de manera diferente y abrieron los ojos a la realidad que los rodea, descubriendo la riqueza humana del barrio y el contexto en el que viven».

«No nos hemos encerrado en nosotros mismos ni nos hemos limitado a protegernos… Han surgido un gran número y variedad de iniciativas para ‘echar una mano’ en la atención a los más afectados por la situación provocada por la pandemia. También nos hemos enfrentado, aunque con todas nuestras limitaciones, a la reflexión sobre la experiencia vivida, pensando sobre todo en cómo contribuir a la transformación de la sociedad», reflexiona Arturo Sosa, S.J.

De cara al futuro, Sosa se muestra convencido de que «experimentando la sinodalidad en nuestra vida podemos contribuir más a la Iglesia sinodal soñada por el Concilio Vaticano II, un sueño que el Papa Francisco vive con intensidad y quiere compartir con todo el Pueblo de Dios que camina en pos del Señor Jesús».

Fuente: Jesuitas.lat